Una noche verde y oscura

La noche vino rápido en una calle desolada de Anchorage, Alaska. El sol lleva prisa tanto en el mes de Febrero como en el resto de la estación conocida como invierno, que en tal región remota dura aproximadamente 8 meses. El carro venía lento por la calle, frenando mucho más antes del semáforo para que no se deslizara en el pavimento cubierto de hielo. David, se estacionó el coche en frente de un bar, el cual sería la escena de sorpresa, pánico, y estrés esta noche.

David salió del coche. Es un hombre atlético, mide uno sesenta y cinco, y tiene el cabello negro. En su cara se reflejan las cualidades de una persona honesta, sencilla, y simpática. Esta noche se había puesto de acuerdo con su cliente a reunirse en el bar para hacer una transacción financiera. Llegó su cliente, quien quedó de comprar una casa. El señor era bajo, de nariz aguileña, con los dientes desiguales. Sus manos eran rugosas de trabajar mucho en el mar, pescando cangrejo y salmón.

El cliente, cuyo nombre era Fred, se sentó en frente de David, y con calma, abrió su maleta para completar la transacción. Mientras Fred contaba el dinero, los ojos de mi padre se abrieron en extremo al ver tanto efectivo. Muchos pensamientos transcurrieron dentro de su cabeza durante esos diez largos minutos, en lo que más de diez mil dólares pasaron de las manos ásperas a las suyas, que ya estaban pálidas.

¿Cómo se le ocurrió a Fred a escoger tal lugar para entregarme el dinero, y porque tiene que pagar con billetes? Estos eran algunos de los pensamientos de David. Sin embargo, la llegada de esta circunstancia le llegó de golpe, y sus ideas no se producían con tanta claridad como en otras condiciones.

Al terminar de contar, se salieron los dos del bar, y David, con la maleta llena de hojas verdes, se subió a su coche. Espantado, pálido, y con la presión elevada, siguió el camino al banco, donde depositó el dinero a su cuenta bancaria. Después de pasar al banco, regresó a casa, donde no durmió debido al suceso mencionado.

David se quedó muy medio traumado por este acontecimiento, pero mantuvo la calma suficiente como para depositar el dinero. Lo admiro por su sencillez, su ética respecto al trabajo, y su firme determinación de proveer para su familia.

 

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